Hace
pocos días, mientras subía las persianas de mi casa tuve la fatalidad de ver
cómo una de ellas se rompía y era imposible subirla. Enfadado ante tal
contratiempo fui a subir otra pero en vez de estar atento a la operación mi
mente se ocupaba en pensar qué le hubiera podido pasar a la primera persiana,
con lo cual no me di cuenta de que la segunda llegaba a su tope y se me quedó
clavada de tal forma que no la podía bajar.
En
un minuto escaso había logrado un desperfecto perfecto en su simetría
especular: una persiana bajada que no podía subir y una persiana subida que no
podía bajar.
Así
quedó la cosa puesto que tenía que ir al trabajo. Estuve toda la mañana dudando
sobre si sería capaz de arreglar el entuerto pero cuando volví a casa y me
dispuse a intentarlo todas mis dudas se me disiparon: comprendí que no era
capaz de arreglar el estropicio.
No
me ha quedado más remedio que recurrir a los servicios del persianero.
¿Conseguiré
algún día arreglar algo? Creo que aquí también la respuesta apunta más a la
certeza que a la duda pues no tengo noción de haber logrado arreglar jamás
ningún desperfecto doméstico.
Me
consolaré pensando que dicen que tengo otro tipo de habilidades.
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