domingo, 16 de octubre de 2016

LA ANTROPOLOGÍA DEL SEÑOR CORREA.

Dijo el otro día Correa en su declaración ante el tribunal que lo juzga que se sentía igual que aquel al que pillan copiando en un examen. Así como, según él, todo el mundo copia pero el que es sorprendido haciéndolo debe asumir las consecuencias, a él le pasó lo mismo con el robo.
Según ve el asunto Correa, todo el mundo roba pero a él le pillaron y por tanto se ve en el trance de comparecer ante un tribunal.
Hay en la afirmación de Correa tres aspectos: en primer lugar una comparación entre el robo y el estudio, en segundo lugar una generalización indemostrable (todo el mundo copia) y en tercer lugar la traslación de esa generalización al ámbito penal(todo el mundo roba).
Por último hay una asunción no de culpa sino de torpeza( a mí me pillaron y a otros no).
Una inferencia implícita en todo lo que dice este hombre es la de que el que no copia o no roba es tonto. En cuanto a su arrepentimiento, más parece un lamento por su falta de habilidad que un sincero reconocimiento de su mal hacer.
La visión que el acusado nos quiere hacer asumir es la de que cualquier comportamiento de acuerdo con criterios de honestidad ética es propio más que de la honradez de la imbecilidad.
"El que no se aprovecha es porque no puede" parece ser el mensaje que está detrás de la profunda visión antropológica de este caballero.
Pues no, señor. Ni todo el mundo roba ni todo el mundo copia ( aunque sí más de uno).
Basta con que uno solo no lo haga para que todas sus afirmaciones caigan en la falsedad.
Yo no he copiado nunca y desde luego nunca he robado a nadie. Quizá no tenga ningún mérito mi comportamiento en ninguno de los dos casos: en lo de copiar tuve siempre una buena memoria y nunca lo necesité y en lo de robar, nunca he ocupado puestos ni cargos en los que haya tenido la menor oportunidad de hacerlo. Con todo, no hay derecho a intentar difundir la idea de que todo el mundo es como el acusado parece mostrarse.
Desaparece toda idea de corrupción subsumida en unas generalizaciones acerca del género humano que no tienen más base que el deseo del acusado de presentarse no como un presunto delincuente( está en su derecho a la defensa) sino como un simple caso particular de lo que según él es lo habitual.
La consecuencia de su forma de presentarse es una invitación al público(víctima real se sus manejos) a verle no con el desprecio que merece quien nos roba sino con la simpatía que sentimos siempre hacia quien suponemos en el fondo igual que nosotros.
La jugada es hábil pero mendaz. Caer en su juego es la mayor de las abdicaciones a las que podemos sucumbir.


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