Me
parece que fue en el tercer curso de carrera. El catedrático encargado de
impartirnos la asignatura de Ontología (qué cosa sea esa no lo voy a explicar)
se dirigió a nosotros y en lugar de la esperada presentación, saludo o
cualquiera de las fórmulas habituales en estos casos pronunció un
"disculpen ustedes" tras lo cual a continuación extrajo de su boca la
dentadura postiza que usaba y la depositó sobre su mesa. Como toda explicación
se permitió un conato de gracia: "tengo dificultades odontológicas, que no
ontológicas".
No
era aquel señor el único ser excéntrico con el que topé en la facultad aunque
puede que fuera el que con su actuación me provocara mayor repugnancia.
Estábamos
ya en tercer curso, era tarde para cambiar de carrera y no me quedó más
alternativa que proseguir unos estudios de filosofía para los que en lo más
íntimo de mi ser siempre he pensado que no estaba dotado.
La
filosofía es para mentes poderosas y la mía es curiosa, pero poderosa no lo sé.
Quizá
tendría que haberme decantado por la odontología.
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