Hay
expresiones que, aun cuando parezca que tengan significado parecido, usadas de
forma equivocada pueden provocar estupor.
Hace
ya algunos años, estando yo dando clase, unos alumnos se dirigieron a mí y me
dijeron: "¡el profesor de historia dice unas cosas más raras! .El otro día
se enfadó con nosotros y empezó a gritar ¡Dios existe!" Yo les dije,
"vamos a ver, ¿no diría más bien ¡vive Dios!?Sí, sí, eso es lo que dijo".
Cuando llegó la ocasión le pregunté a mi docto colega y buen amigo sobre el
particular y éste me confirmó que, en efecto, la expresión que empleó como
consecuencia de su enfado fue ¡vive Dios!, y que con ello quería manifestar su
disgusto ante la actitud de sus alumnos, estando muy lejos de sus intenciones
declarar una profesión de Fe en lugar tan poco apropiado para ello.
Años
después otra buena amiga me ponderó las bondades de un postre que había
degustado en un restaurante. Preguntada sobre el nombre de tan suculento
manjar, tras dudar un poco dijo: "sí, el postre se llamaba....cojones de
cura. ¡Cómo! , exclamé yo, eso no puede ser, suena horriblemente mal. ¡No, no!,
recapacitó mi amiga, el postre se llamaba "huevos de fraile". ¡Eso
suena mucho mejor!".
Aunque
las dos expresiones parecían aludir a lo mismo en realidad su significado era
muy distinto.
Mejor
no adentrarse en los misterios de la teología y en las confusiones
eclesiásticas. Uno se puede equivocar y decir cosas que no piensa.
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