Cada
vez que llega el momento de introducir notas en el programa RAICES (ahora con
motivo de la evaluación de segundo de bachillerato o sexto de la ESO más bien)
se reanuda mi particular batalla contra ese maldito, malnacido y nauseabundo
programa.
Ahora
me obliga a tratar un solo grupo como si de tres distintos se tratara. Hasta
ahí, mal, pero es lo que el programa permite.
El
asunto se complica cuando en uno de los subgrupos arbitrariamente generados se
me impide entrar alegando un error interno. Se me proporciona un código de
error para que con él acuda a un llamado Centro de usuarios. Una vez ahí,
cuando se me piden mis credenciales, se me cambian automáticamente de
minúsculas a mayúsculas para a continuación decírseme que mis credenciales son
erróneas.
No
es la única gracia que se permite el programa. Hay que advertir que de vez en
cuando, no sé si obedeciendo a un rigorismo de tipo más prusiano que kantiano,
el programa te "castiga" por haber cometido algún error diciéndote:
usted está bloqueado hasta las 22.30 o cosas por el estilo.
En
fin, me gustaría ser Pol Pot para enviar a los creadores del programa y a los
responsables de la Comunidad de Madrid a los arrozales de Camboya, para que, si
sobrevivieran, supieran lo que es un trabajo duro.
¡RAICES!
¡maldito sea tu nombre de generación en generación!.
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