La
idea de que Dios creó el mundo a partir de la nada está en el origen de la inflación.
Entre
otras cosas, con la inflación se produce un aumento de la masa monetaria no
respaldado por la riqueza real. No hay nada menos rico que la nada, pues esta es la ausencia de
realidad y por tanto la ausencia de riqueza.
Keynes |
Una
creación a partir de la nada supone, de acuerdo con Keynes, una actuación
absolutamente anticíclica. Si Dios hubiera sido un economista ortodoxo, hubiera
dejado que el ciclo actuara por sí mismo, y por lo tanto, hubiera dejado a la nada que continuara por toda la
eternidad en su absoluta desnudez de ser.
Con
la creación del mundo vino la lucha por la vida, la guerra, la enfermedad y
todas las calamidades que no tenían lugar en la total ausencia de la nada. ¿Cómo compaginar el mal, el dolor,
el sufrimiento y la injusticia con la idea de un ser todopoderoso y bueno? Esa
será la gran cuestión de toda teodicea.
El
propio acto de decidir la creación supone un movimiento en Dios, ser perfecto,
que los más agudos teólogos no conseguirán explicar nunca con claridad y que
llevará a estos teólogos a enredarse en sutilezas sin cuento.
En
el acto de creación hay una heterodoxia fundamental. El mundo es gratuito de
acuerdo con esta visión, y por tanto, siempre defectivo en cuanto a la
justificación de su existencia. El mundo es contingente. Esta es la verdadera
heterodoxia. El panteísmo es en sentido profundo mucho más ortodoxo.
La
heterodoxia creacionista, como en el fondo se sabe tal, es irritable y por eso
dada a la persecución.
Lo
que hay, el mundo, es fruto de un acto de voluntad, y en este sentido es algo
forzado y siempre en desequilibrio. Descartes culmina esta forma de ver al
equiparar la permanencia de lo creado con una recreación constante. El mundo
pende de Dios para su permanencia. Dejado a su natural ser desaparecería. Dios
tiene que ser intervencionista.
El
Dios de Epicuro sí que es un Dios ortodoxo desde el punto de vista económico.
Se desentiende del mundo hasta el punto de la total indiferencia. Puede que el
epicureísmo sea la mejor teología para los poderosos de hoy. Permite que se
disfrute suave y amablemente de los placeres siempre que no nos preocupemos
mucho por cómo hemos llegado a adquirirlos si tenemos suerte en nuestra
situación y también nos permite gozar de la amable conversación de manera
inocente. Epicuro hace que se pueda hablar de los dioses y del mundo bajo el
expediente de una mutua indiferencia. Epicuro es la despreocupación hecha
filosofía. Parece la más inocente de las filosofías pero quizá sea la menos
inocente de todas. Los amables jardines donde los epicúreos se solazaban en la
conversación inteligente ocultaban el trabajo esclavo necesario para
mantenerlos.
Toda despreocupación encierra un acto
deliberado de olvido.
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