domingo, 24 de noviembre de 2013

DE GORDOS Y FLACOS.



La actual dictadura de la salud ha hecho que, sin duda, muchas personas cambien sus hábitos para bien. Nunca habrá que lamentarse por ello.
Nadie negará que la persona que ha dejado de fumar o la que ha abandonado sus costumbres sedentarias y las ha sustituido por un sano ejercicio hayan  tomado una decisión correcta y saludable.
Existe un colectivo, no obstante, que ha tenido que sufrir en sus carnes, abundantes por demás, los ataques más furibundos y los reproches más despiadados acerca de su estado: el de los gordos.
Contra los gordos parece que todo está permitido. Desde la escuela hasta el trabajo, el gordo ha de soportar con paciente resignación la burla de sus compañeros más delgados. Tal parece como si su abundante volumen fuera una invitación a lanzar dardos sobre un blanco en el que es difícil errar.
Cuando el gordo llega a casa no será raro que, si sintoniza cualquier programa de radio o televisión, se encuentre con algún especialista en dietética que le aconseje radicales y traumáticos cambios en su estilo de vida para que mejoren tanto su salud como su figura (que el especialista en dietética y nutrición suela ser un tipo que está de buen año es un misterio del que ahora no me voy a ocupar).
Dentro de la crueldad que los tipos asténicos y esquizoides muestran a los pícnicos  quizá se encuentre una oculta y poco evidente verdad: los gordos viven más que los flacos.
Se me dirá que casi todo el mundo afirma que la obesidad no es buena para la salud, que comporta importantes riesgos tanto para el corazón como para otro tipo de enfermedades y que, por tanto, la esperanza de vida de un gordo se puede ver comprometida.
Las advertencias anteriormente formuladas, sin ser falsas, sí que son parciales pues olvidan que en el mundo en que vivimos estamos claramente circunscritos a una dimensión espacio-temporal. El espacio y el tiempo son dos dimensiones sin las cuales no podemos entender ni concebir nuestro mundo. Ambas tienen idéntica jerarquía. Kant las denominó formas a priori de la sensibilidad. Dar más importancia a una de ellas en detrimento de la otra constituye un acto de flagrante discriminación.
Si atendemos a la anterior reflexión se podrá entender la razón de que afirme que los gordos viven más. Viven más pues con su volumen llenan más espacio y por tanto llenan de vida un espacio que de lo contrario estaría dominado por la materia inerte.
Una persona que viva 90 años vive  a lo largo ( dimensión temporal ).
Una persona rellenita y holgada vive a lo ancho ( dimensión espacial).
Del primero quizá podamos decir que tuvo una larga vida pero del segundo podemos decir con la misma contundencia que tiene una ancha vida, y además, la tiene de forma actual y plena, pues la posee toda ella en un presente efectivo y glorioso. El futuro es incierto pero el presente siempre es cierto y contundente.
Enhorabuena pues a los gordos. De ahora en adelante podréis mostrar con orgullo vuestra abundante y generosa carnalidad, felices en vuestra abundancia corporal sin que os importen las burlas resentidas de gentes que viven menos pues ocupan menos y que en cuanto a la duración de la vida solo cuentan con la incierta esperanza del futuro.


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