lunes, 30 de diciembre de 2019

¡A POR ELLOS, OE!


Lo malo de entender la patria como si de un equipo de fútbol se tratara es que en vez  de ciudadanos se crean forofos.

viernes, 1 de noviembre de 2019

LA FIESTA DE LA CALABAZA.


Hoy es la fiesta de la calabaza. Costumbre no muy antigua que, aunque de origen celta, ha llegado a nosotros por influencia de los norteamericanos de USA.
Recuerdo de pequeño haber leído por esas fechas la inquietante Leyenda del monte de las ánimas de Bécquer, mejor escritor  de lo que a veces se suele pensar. También era costumbre representar el Don Juan de Zorrilla, obra despreciada por su propio autor pero de indudable impacto popular durante muchos años.
Ahora todo esto es historia. La calabaza se ha impuesto sin discusión posible. También se impuso la costumbre de que los mozalbetes arrojaran huevos al paso de los autobuses, lo que  provocaba un placer difícil de describir al parecer.
Cada cual se divierte como puede y sabe pero en lo que a mí respecta no puedo evitar sentir fastidio por una moda que nunca me agradó.
En fin, diviértase todo el mundo, pero si mi opinión vale algo, aunque creo que no, se podrían meter la calabaza por el culo, si de tener experiencias al límite se trata.
Vale.

sábado, 5 de octubre de 2019

MI VIEJO "DOS CABALLOS".


No pude resistir la tentación, cuando esta mañana vi en el quiosco una reproducción en pequeñito del modelo Citroen 2 CV, el clásico "dos caballos", de llevármelo a mi casa.
El "dos caballos" fue mi primer coche. Con él aprendí a conducir hace ya casi cuarenta años. Durante nueve años fue vehículo de mis excursiones, no muy alejadas de mi casa, en verdad, pues el coche se demostró apto para circular por Madrid, alrededores y como máxima concesión a la aventura, provincias limítrofes como Segovia o Toledo. Tenía el "dos caballos" la virtud de educar a su conductor en la paciencia, dado que los adelantamientos se hacían difíciles. Sólo ante camiones ya viejos me decidía por una maniobra peligrosa en cualquier vehículo y más en uno en el que era difícil lograr una aceleración rápida. Eso sí, por llano, el "dos caballos" se deslizaba con suave elegancia.
El indicador de velocidad marcaba un máximo de 160, pero esa cifra más recordaba a las fantasiosas indicaciones de los diales de las viejas radios, que prometían poder escuchar Berlín, París o Moscú, cuando lo único que se oía era la radio local, que a la realidad. Cuando mi coche alcanzaba los noventa kilómetros por hora, toda su estructura interior vibraba al punto que parecía que la carrocería iba a descomponerse de un momento a otro.
El interior era peculiar. Las marchas estaban situadas al frente y eran totalmente distintas al tradicional sistema en "hache" de la mayoría de coches de entonces, con cuatro marchas.
El asiento trasero era una especie de sofá corrido con una barra en el centro. Cuando iban tres personas atrás, si la que se sentaba encima de la barra era un varón, sufría invariablemente las toscas bromas de la época acerca de su grado de satisfacción al ocupar dicho asiento.
En sus últimos años mi "dos caballos" fue perdiendo unas facultades que nunca fueron portentosas. Momento hubo en que para arrancarlo tenía primero que empujarlo desde fuera en cuesta para luego subirme a él, tal como se hacía en las motocicletas de carreras en tiempos del gran Ángel Nieto.
Cuando en el año 1988 la oposición aprobada me permitió ingresar en el cuerpo de profesores, tuve la perspectiva de unos ingresos seguros que me hicieron pensar en la conveniencia de comprar un nuevo vehículo. El empuje definitivo para decidirme por la compra vino dado cuando un día, al dirigirme al instituto Felipe II donde daba clase fui a tirar del freno de mano y este, haciendo honor a su nombre, se despegó de su lugar de asentamiento y quedó en mi mano.
Mi nuevo vehículo, un Seat Ibiza, me pareció complejísimo, casi una nave espacial, en comparación con el sobrio cuadro de mi viejo "dos caballos".
El día en que acudí al concesionario para recibir mi flamante Seat no pude evitar una sensación amarga cuando por el retrovisor veía mi viejo coche, del que el concesionario se hacía cargo, probablemente para su desguace. Una cierta sensación de que dejaba abandonado a unos extraños a mi viejo compañero me acompañó mientras conducía un coche objetivamente mejor pero del que  podía sentir admiración pero no cariño.

lunes, 12 de agosto de 2019

¿DOS CRISIS MINISTERIALES?



Lo más significativo de los momentos verdaderamente históricos consiste en que quienes los viven realmente no saben la trascendencia de lo que está aconteciendo. Es el famoso "sindrome de Fabrizio", llamado así por el protagonista de la Cartuja de Parma, que, presente en la batalla de Waterloo, no asiste a un cuadro épico sino a una incongruente sucesión de escenas ante un campo de berzas, apenas combate y cuando por fin pasa el emperador, no advierte su presencia confundiéndolo con un militar cualquiera.
En los momentos históricos, "aquel momento" todavía no era aquel momento que la historiografía fijará con los vívidos colores de un cuadro épico.
Estas consideraciones tienen que ver con esta página del diario La Vanguardia, en la que el corresponsal ante la Sociedad de Naciones en Ginebra da información acerca de la solución de dos crisis gubernamentales en dos países europeos en enero de 1933: la Francia de la Tercera República y la Alemania de la República de Weimar. El corresponsal informa con honestidad y sobriedad acerca del nombramiento de dos jefes de gobierno: el francés Édouard Daladier y el muy reciente ciudadano alemán Adolf Hitler, concediendo la misma importancia a ambos acontecimientos, lo cual se ve reflejado incluso físicamente en la disposición de los titulares del diario. Francia y Alemania son dos potencias de similar importancia y sus vicisitudes políticas deben ser atendidas con la misma diligencia. Es más, en ese momento concreto, Francia, aunque en crisis, es una potencia vencedora de la Gran Guerra, mientras que la joven república alemana se siente humillada por la derrota y por las disposiciones del Tratado de Versalles.
¿No era sagaz el corresponsal al no advertir que no se trataba de dos crisis políticas equiparables? Nosotros ya sabemos el final de la historia pero el redactor la está viviendo y no hay nada en ese momento que le permita adivinar la tragedia que está a punto de desencadenarse. Que Hitler es un demagogo peligroso, el corresponsal lo sabe, pero razona con la esperanza de que una cosa sean las bravatas del agitador que persigue el poder y otra su actuación una vez instalado en el mismo.
En apenas un mes, los comunistas serían encarcelados, los socialistas y conservadores hostigados, empezaría a hacerse la vida difícil a los judíos. En seis meses, quedarían proscritos todos los partidos políticos excepto el nazi, así como las organizaciones sindicales. En un año, tras la muerte del anciano presidente Hindenburg, Hitler acapararía todo el poder. El resto es historia terrible y conocida que tendría su final en Berlín en abril de 1945 con un escenario wagneriano de Ocaso de los dioses.
El redactor no se equivoca. Vive. Nadie es capaz de saltar por encima de sus propios condicionamientos temporales.
Hoy sabemos de la distinta importancia histórica de Daladier y de Hitler, pero en el momento de la redacción de la noticia Daladier era ya un político consolidado mientras que Hitler aparecía como un aventurero de futuro quizá incierto, pero nadie habría podido prever las dimensiones bíblicas de la tragedia por la que empezaba a deslizarse la civilización.
La historia acontecida adquiere un aspecto pétreo de necesidad. Por ello nos volcamos sobre ella con nuestro arsenal analítico de causas y consecuencias. Sabido es que ni siquiera la omnipotencia divina podría hacer que lo ya sucedido no haya acontecido. Sin embargo, esa contundencia determinista de lo ya acaecido nos oculta la contingencia de lo que aún está sucediendo. La historia sabemos cómo fue, pero podría haber sucedido de otra manera. Sólo lo ya pasado es como es de forma necesaria pero ha llegado a ello de manera contingente. El ascenso de Hitler fue todo menos inevitable. Muchos errores de cálculo se cometieron para que un hombre así pudiera durante doce años marcar el destino de la humanidad.
Las crónicas periodísticas puede que no tengan el empaque académico que aportan los historiadores tras investigar lo ya sucedido pero aportan por el contrario un elemento de indeterminación e incertidumbre que no siempre se da entre los historiadores. El periodista ha de dar cuenta de unos acontecimientos que en ese preciso instante están sucediendo. No puede, por tanto, hacer deducciones precisas, si acaso conjeturas más o menos fundadas. Esa imprecisión, que desde la perspectiva académica puede ser calificada como un defecto, desde una perspectiva más vital quizá nos aproxime mejor a la verdadera vivencia de unos acontecimientos que no están fijados, no están escritos.
En ocasiones, el relato histórico más concienzudo no es capaz de captar ese elemento de indeterminación. Ello se refleja incluso en el distinto estilo de las prosas del periodismo y de la historiografía. Los historiadores tienden a abusar del recurso del futuro para hablar del pasado, en expresiones del tipo "ello es lo que causará en última instancia....". Ese empleo del futuro para referirse al pasado envuelve a este pasado de un determinismo que no acierta a captar la esencial incertidumbre de toda acción humana.
A nosotros, que ya sabemos el discurrir de la historia, nos sobrecoge la simetría analítica y geométrica de esta página de La Vanguardia de enero de 1933.

sábado, 10 de agosto de 2019

DE MESAS Y CONSTITUCIONES.


En el mes de diciembre del 2018 comenté cómo mi mesa de trabajo tenía los mismos años que la Constitución. Fue un regalo de mi abuela materna con motivo de mis 18 años. El gobierno de Adolfo Suárez declaró la mayoría de edad a los 18 en vez de los 21 hasta entonces vigentes, de tal manera que fui de los primeros en gozar de la mayoría de edad a esa edad.
Recuerdo que comenté en 2018 que al igual que mi mesa, la Constitución había ido envejeciendo y por tanto necesitaba algunos retoques.
No puedo ir mucho más allá en lo que se refiere a las vidas paralelas de la Constitución y de mi mesa. Ni soy Plutarco ni soy Alan Bullock pero debo con todo señalar algo de lo sucedido con mi mesa por si pudiera interesar a algún experto constitucional.
El hecho es que hará unos 15 días mi mesa, que aunque desvencijada, había resistido más o menos los embates del tiempo de repente....PATAPAM, cayó totalmente derruida y quedó tan arrasada como Cartago a manos de Escipión. Tendría que haberla cambiado hace un tiempo pero no lo hice y al final me quedé sin mesa. Ahora tengo una nueva, más pequeña y coqueta con la que estoy satisfecho.
En fin, que es mejor cambiar las cosas a su debido tiempo que esperar a que se nos caigan encima.
Con todo, temo que no haya políticos capaces de poner las luces largas. Ellos sabrán.

sábado, 6 de julio de 2019

EL CONTEXTO.


Ahora al decir burradas lo llaman "se han sacado mis palabras de contexto".
Probablemente más de uno de los que eso afirman no sepa lo que es un contexto aunque sólo sea porque quizá no sepa tampoco lo que es un texto y lo más complejo que haya sido capaz de leer sean las palabras escritas en una bolsa de patatas Matutano.

martes, 2 de julio de 2019

ADOCTRINAMIENTO EN LAS AULAS.


¡Qué obsesión tienen algunos y alguna con el temor a que en las escuelas e institutos los profesores se dediquen a adoctrinar a sus hijos!.
Tales miedos carecen de fundamento. Bastante tienen los profesores con intentar impartir sus materias sin que haya muchos accidentes.
Desconocen quienes no han ido más allá de lo que se podía aprender en un monasterio medieval un hecho que por sí solo sería bastante para disipar sus recelos: los profesores no podríamos adoctrinar aunque nos lo propusiéramos por la sencilla razón de que los alumnos no nos hacen ni puto caso.

sábado, 18 de mayo de 2019

DISCURSO DE GRADUACIÓN 2019.


Un año más nos encontramos aquí, en este auditorio Joan Manuel Serrat, para celebrar el acto de graduación de nuestros alumnos de segundo de Bachillerato. Se cumplen con  este diez años justos desde que en 2009 iniciáramos la costumbre de celebrar aquí tal acontecimiento.
Recuerdo perfectamente cómo en las palabras que dirigí a mis alumnos de aquel año me referí a la dificultad que un evento de estas características ofrece para decir algo novedoso, algo original. Si en aquel momento ya mostraba dicha dificultad el problema ante el que hoy me encuentro se agrava, pues son ya muchas las ocasiones en que he tenido la oportunidad de dedicar a mis alumnos esta última lección y me resulta cada vez más difícil dar con unas palabras que no estén gastadas. He de dirigirme a un público que espera algo especial cuando en realidad me es más difícil hoy que ayer poder aportar alguna novedad interesante. La dificultad a la que me refiero ofrece con todo un lado positivo y uno negativo: el positivo radica en el hecho de que cada año la parte más significativa a la que van dirigidas mis palabras, los alumnos, va cambiando. El lado negativo viene dado por el hecho de que no todos los alumnos son nuevos entre mis oyentes. Algún que otro alumno, no se si llevado por su cariño al centro, ha permanecido en él más tiempo del previsto y puede que haya asistido ya a un acto de graduación.
Donde veo que no tengo escapatoria posible es entre mis compañeros, pues ellos han asistido más de una vez y por tanto considerarán repetitivas mis palabras. A estos últimos, a mis compañeros, quiero tranquilizarles y decirles que sus preocupaciones acabarán pronto pues pocas son ya las ocasiones en que tendré el honor de participar en esta fiesta de graduación.
La gran mayoría de vosotros estuvo con nosotros desde primero de la ESO, cuando erais unos niños. Otros os incorporasteis al centro posteriormente, procedentes de diversos colegios. El hecho de que unos y otros os integrarais sin dificultad muestra el carácter de un centro en el que a nadie se le pregunta de dónde viene.
A algunos de vosotros os he tenido más de un curso, a otros sólo uno y no falta quien nunca me tuvo como su profesor. A los que me tuvieron más tiempo les digo que de todo se consigue salir en esta vida. A los que nunca di clase les digo que si hasta ahora han sido personas con suerte, la misma no tiene por qué no sonreírles en el futuro.
Habéis tenido muchos profesores, cada uno con un estilo diferente pero todos con el mismo empeño de hacer comprender los secretos de sus distintas materias.
A través de la forma de conducirse de los distintos profesores habéis podido tener una lección viva acerca de la diversidad humana: habréis podido apreciar la tranquila energía de David, la bondadosa seriedad de Iván, la capacidad analítica de Alberto, la impetuosidad de Patricia, la sobriedad de Marta, la sabia retranca de Alfredo, la energía de Arturo, en mí habéis tenido oportunidad de observar las oscilaciones volcánicas y tempestuosas de un temperamento no siempre fácil. Cada uno de nosotros, desde nuestra forma de ser y nuestras cualidades, hemos intentado realizar nuestra labor.
Habéis estudiado muchas materias. Algunas puede que con interés, algunas con indiferencia y puede que algunas con poca inclinación. De todas habéis aprendido , aunque a veces cueste reconocer esto.
Algunos de vosotros puede que hayáis buscado el conocimiento. Otros puede que os hayáis guiado más bien por la utilidad.
 En lo que al conocimiento se refiere, todas las materias son caminos diversos para saciar la curiosidad y el afán de saber característico de la especie humana. El instituto intenta dar una visión global y sintética de los distintos ámbitos de la cultura y el conocimiento. Por fuerza habréis tenido que estudiar materias que no vais a seguir estudiando por no corresponder con vuestras inclinaciones pero ello es inevitable en este tramo educativo. Es cierto que en la vida hay que elegir, pero también es necesaria la existencia de una etapa en la cual se pueda tener un mínimo acercamiento a los distintos saberes si no queremos convertirnos en especialistas en algo e ignorantes en todo.
En la escuela el maestro estaba muy encima de vosotros. En el Instituto, aunque el profesor también ha estado pendiente, ha habido una mayor libertad, necesaria para alcanzar la madurez. Esto no es un colegio. Es necesario que el alumno se acostumbre a la libertad, si quiere progresar como persona, aunque puede que a alguno esa libertad le haya provocado dificultad porque el ejercicio de la libertad no es fácil pero es imprescindible si no queremos ser unos eternos menores de edad. El instituto es en definitiva el puente que debe conduciros de un ámbito escolar a uno académico. Por ello el Instituto debe ser un centro abierto.
Sin duda habrá muchos aspectos del centro que no os hayan resultado satisfactorios. Habréis podido notar defectos en cada uno de nosotros que os han resultado difíciles de sobrellevar. Ello es así en toda convivencia. Nunca la convivencia es fácil. Lo intenso siempre está lleno de dificultades. Sólo lo indiferente no ofrece dificultad.
Aunque a lo largo de estos años hayáis estado cansados de muchos aspectos del instituto, el nuevo camino os hará ver con nuevos matices estas experiencias vividas con nosotros.
Estos años que habéis vivido son muy distintos a cualquier otra edad humana. La diferencia que hay entre una persona de 12 años y una de 18 es abismal. La diferencia que va entre un niño y una persona muy joven pero ya adulta. Ese cambio lo vive cada uno de manera distinta, quien de forma tormentosa, quien de forma más sosegada. Vuestros padres han tenido que ver, a veces con inquietud y perplejidad, cómo iba difuminándose el niño que creían tener y pasaba a convertirse en un ser que, en busca de su propia identidad, se les volvía a veces extraño y problemático. En ningún otro momento de la vida el cambio es tan significativo. Habéis hecho amistades, establecido y roto relaciones, habéis tenido momentos de alegría pero también habréis sufrido periodos de dificultad en los que no veíais claro cuál debía ser vuestro camino. No ha faltado quien sufriera el aldabonazo de la enfermedad superada con valentía y tesón. Todas estas experiencias formarán ya parte del caudal de vuestras vidas.
Algunas de las amistades hechas se conservarán pero en muchos casos las distintas trayectorias vitales harán que perdáis el contacto entre muchos de vosotros.
Hoy os despedís no sólo del instituto. En cierto modo os despedís de algo de vosotros mismos.
Lo que viene a partir de hoy se ajustará más a vuestros intereses más inmediatos pero como experiencia vital difícilmente superará la de estos años que dejáis atrás. Los años del instituto son los que más se recuerdan. Uno es, como decía un profesor que tuve en la Facultad, de donde ha hecho el Bachillerato. Yo todavía mantengo amistad con algunos de los compañeros que tuve en el Instituto. Espero que si dentro de 40 años, cuando con toda seguridad yo ya no esté, recordáis vuestra estancia en este centro lo podáis hacer en compañía de alguno de vuestros amigos. También espero y deseo que el tiempo, que decanta lo bueno y lo malo, os permita apreciar lo que de bueno tuvo esta experiencia.
El fin del Bachillerato coincide con el inicio de la mayoría de edad. Muchos ya sois mayores de edad y los que todavía no la han alcanzado pronto lo harán. Alcanzáis el estado de plena ciudadanía. Los problemas de la sociedad no os deben ser indiferentes porque os afectan de pleno. No os deben ser ajenas las cuestiones de la política, pues como ciudadanos que sois, debéis estar informados.
Recientemente se han celebrado en España unas elecciones legislativas en las que alguno de vosotros puede que haya ejercido por primera vez el derecho al voto. Con independencia de cuál sea el sentido del voto y la orientación política de cada cual, lo importante es el hecho de que, al votar, se muestra un interés por cuál sea el curso que deban seguir los acontecimientos colectivos.
Debéis expresar en esta nueva vida de adultos vuestra opinión, pero las opiniones hay que intentar fundamentarlas siempre en razones.
Hay mucho ruido en nuestra sociedad y poco razonamiento. El debate político en el que como jóvenes vais a estar inmersos debe dirigirse siempre más a lo racional que a lo visceral. No siempre lo más llamativo y ruidoso es lo más auténtico.
Se cumplen en este año treinta desde la caída del muro de Berlín. Recuerdo perfectamente aquel día de noviembre de 1989. Era yo entonces profesor en el instituto Felipe II de Madrid. Las conversaciones con mis compañeros estaban marcadas por la ilusión y la esperanza de que una nueva era de paz y progreso era llegada. Las esperanzas no se han cumplido. La casa común europea de la que en aquellos años se nos hablaba se vio sometida al poco a tensiones y la guerra civil en un país europeo, Yugoslavia, nos hizo ver, con estupor, que el fantasma de la guerra, que creíamos desterrado de Europa, resurgía de forma cruenta y cruel.
Nuevos muros nos amenazan, algunos físicos y otros mentales. A vosotros os corresponde derribar esos muros, y la piqueta más eficaz y única es la de la razón.
También este año se cumplen ochenta desde el final de nuestra guerra civil. No ha sido fácil la historia de la convivencia de los españoles. También entre nosotros ha habido muros y en más de una ocasión nos hemos dejado llevar más por la llamada de la tribu que por la sobria convivencia entre ciudadanos. Con todo, cuando a veces los ecos del enfrentamiento parecen evocar el odio de otras épocas debemos darnos cuenta que estamos condenados a convivir y entendernos y deberíamos recordar las palabras que un importante personaje público pronunció en 1938 pues al fin y al cabo "todos somos hijos del mismo sol y tributarios del mismo arroyo".
Ya para finalizar me voy a permitir evocar un acontecimiento personal: cuando en el pasado mes de diciembre se celebraron las elecciones sindicales el director se dirigió a mí para comunicarme que debía presidir la mesa electoral dado que era en esos momentos el funcionario más antiguo en el cuerpo de profesores de este centro. Ello me puso ante los ojos de forma instantánea el largo tiempo transcurrido desde que siendo joven me incorporé a lo que entonces era conocido como Cuerpo de Profesores Agregados de Bachillerato. También me hizo ver con claridad que ya el final de mi carrera como profesor está próximo. Nunca lo logrado coincide con lo pretendido y sin duda he cometido bastantes errores a lo largo de estos años, como es propio de la humana condición. En lo que a mí respecta, voy a invertir los papeles tradicionales que rigen entre profesor y alumno y os voy a pedir que no seáis muy severos y no me tengáis en cuenta las intemperancias y brusquedades con las que a veces me he podido conducir con vosotros.
Creo poder hablar en nombre de mis compañeros si os digo que cada uno de nosotros ha intentado hacer las cosas lo mejor que podía y sabía, a veces con mayor receptividad por parte de los alumnos, en ocasiones con menos pues también los grupos y promociones son distintos y no siempre se acierta.
Como debe ser, a la hora de despedirnos, creo que interpreto correctamente el sentir de mis compañeros al desearos que de ahora en adelante os acompañe el éxito: éxito en vuestros futuros estudios, éxito en vuestra vida laboral y familiar.
También os deseo felicidad, en la medida en que ello sea posible aunque sabido es que no siempre la felicidad está en nuestra mano. Lo que sí está en nuestro poder es el hecho de merecerla, de ser dignos de ella, como nos enseñó el viejo maestro Kant. Por tanto, se cumplirían mis mayores deseos si todas las personas que traten con vosotros pueden decir que sois hombres y mujeres de ley, dignos y honestos.
¡Larga vida a la promoción 2013-2019!
Hasta siempre.




lunes, 4 de marzo de 2019

IR "DE FRENTE".


Nunca he entendido la fascinación que algunas personas causan sobre otras cuando dicen palabras gruesas, profieren expresiones maleducadas y afirmaciones brutales por lo poco matizadas y lo mucho gritadas.
Hay un cierto tipo de personas, no mayoritarias pero tampoco pequeñas en número, que cuando oyen hablar a alguien en tales términos afirman, con admiración, que son personas que van "de frente".
Tal parece como si el ir "de frente" fuera garantía de autenticidad.
Hay personas para las que el matiz, el claroscuro, el gris, más que signo de finura es muestra de debilidad y de poco compromiso.
Personas que, ante cualquier juicio que uno vierta sobre una materia, más que atender a las razones, se plantean "de qué lado estás".
Personas que sólo admiten un pensamiento polarizado: o estás a favor o estás en contra.
Cierto es que en cuestiones cruciales hay que estar a favor o en contra. No sería juicioso, por poner un ejemplo, que alguien ante el maltrato hacia las mujeres, dijera que hay que estudiar cada caso. Con todo, en un gran número de cuestiones, no es fácil responder con un sí o un no tajantes. Quienes van "de frente" no alcanzan a comprender, o no quieren, que el hecho de matizar no es signo de debilidad o cobardía, sino más bien de duda.
¿Qué sería de la civilización sin la duda? La duda es la madre del conocimiento. No dudar suele ser signo más bien de tosquedad argumental.
También se habla últimamente de que hay que ir por la vida "sin complejos", como si los complejos no formaran parte de cualquier vida humana. Los seres humanos tenemos complejos porque somos complejos. Lo opuesto a complejo no es la valentía, es la simplicidad.
Ahí puede estar la raíz del éxito que últimamente obtienen los mensajes poco matizados: la falta de complejidad y la simpleza con que los juicios se vierten, ya sea en las redes sociales o en los medios de comunicación.
No quiero personas "sin complejos", quiero personas complejas, difíciles, que duden, que piensen.
Un fascismo de nuevo cuño se está imponiendo entre nosotros sin que acertemos a dar respuesta adecuada.
El exabrupto siempre tiene la ventaja de la inmediatez de su propia brutalidad. Es llamativo y divierte a algunos. El análisis frío es aburrido, lento, poco llamativo.
La sociedad del espectáculo hace tiempo que ha decidido dar facilidades al exabrupto. Cuando alguien tiene algo que decir de verdad, es rápidamente censurado puesto que no da ningún "titular".
Vamos hacia un mundo de enanismo mental. Los que van "de frente" van ganando. Habrá que hacerles frente.


domingo, 24 de febrero de 2019

TELEVISORES DE ALTA GAMA.


La publicidad de televisores encierra en sí una dificultad que sólo puede ser vencida por la propia fuerza de un mensaje en el que la capacidad de seducción es superior a la base real sobre la que el mensaje se apoya.
Se nos incita a adquirir una pantalla en la que la calidad de la imagen es superior a lo que hasta ahora hemos visto en cualquiera de los aparatos por nosotros usados. Dado que el mensaje busca que compremos el nuevo producto es normal que este sea presentado como muy superior al que actualmente gozamos.
Lo curioso y casi imposible del mensaje se esconde en el hecho de que esa imagen tan perfecta la podemos apreciar en un aparato, el nuestro actual, que se supone no tiene la calidad suficiente para que podamos gozar de la imagen prometida en el anuncio.
Dicho de otro modo: si fuésemos inteligentes, nos daríamos cuenta de que la calidad anunciada en el mensaje publicitario no es la del nuevo televisor, es la del televisor que ahora poseemos y que no deberíamos cambiar hasta que en un anuncio de televisores nos fuera imposible apreciar la calidad prometida.
En realidad la publicidad de televisores sólo funciona por la incitación a adquirir algo nuevo aunque no lo necesitemos. El anuncio de un televisor es la quintaesencia del consumismo.
Con todo, ¡qué bonitos son los nuevos televisores!.

domingo, 17 de febrero de 2019

PROGRAMA "RAICES".


Cada vez que llega el momento de introducir notas en el programa RAICES (ahora con motivo de la evaluación de segundo de bachillerato o sexto de la ESO más bien) se reanuda mi particular batalla contra ese maldito, malnacido y nauseabundo programa.
Ahora me obliga a tratar un solo grupo como si de tres distintos se tratara. Hasta ahí, mal, pero es lo que el programa permite.
El asunto se complica cuando en uno de los subgrupos arbitrariamente generados se me impide entrar alegando un error interno. Se me proporciona un código de error para que con él acuda a un llamado Centro de usuarios. Una vez ahí, cuando se me piden mis credenciales, se me cambian automáticamente de minúsculas a mayúsculas para a continuación decírseme que mis credenciales son erróneas.
No es la única gracia que se permite el programa. Hay que advertir que de vez en cuando, no sé si obedeciendo a un rigorismo de tipo más prusiano que kantiano, el programa te "castiga" por haber cometido algún error diciéndote: usted está bloqueado hasta las 22.30 o cosas por el estilo.
En fin, me gustaría ser Pol Pot para enviar a los creadores del programa y a los responsables de la Comunidad de Madrid a los arrozales de Camboya, para que, si sobrevivieran, supieran lo que es un trabajo duro.
¡RAICES! ¡maldito sea tu nombre de generación en generación!.

sábado, 16 de febrero de 2019

DE CINISMO Y DE MENTIRAS.


La reciente declaración del antiguo vicepresidente de la Generalitat de Catalunya ante el Tribunal Supremo en su condición de acusado de rebelión ha suscitado reacciones de sorpresa por parte de quienes no han sido capaces de entender algunas de sus afirmaciones.
Ciertamente es difícil sustraerse a la incredulidad causada por afirmaciones como la de que ninguna de sus actuaciones ha sido ilegal, que realizar un referéndum de autodeterminación que afecta a una comunidad autónoma no atenta a la Constitución y, quizá, la más sorprendente: su amor a España y a su cultura. También ha llamado la atención su insistencia en presentarse como hombre de bien y como buena persona.

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Entiendo con toda claridad la perplejidad e incluso el enfado que las declaraciones del señor Oriol Junqueras han provocado. No comparto, sin embargo, la idea ampliamente difundida de que estamos ante un cínico y un mentiroso. Es precisamente en esta divergencia donde yo encuentro que se sitúa el drama al que estamos asistiendo.
La declaración del señor Junqueras se ha inclinado más por el lado de la reivindicación política que por el más seguro de la defensa estrictamente jurídica. Con ello el señor Junqueras afronta un riesgo claro de condena a largos años de cárcel, pues lejos de negar los hechos, los reivindica con orgullo. Se declara preso político y afirma ser perseguido no por sus actos sino por sus ideas.
Coincido con la opinión mayoritaria que considera falsas tales afirmaciones pero lo dramático, a mi modo de ver, es que quien así miente no es un mentiroso ni un cínico, lo que dice no se ajusta a la verdad pero quien lo dice está convencido de decir verdad. El señor Junqueras no es un mentiroso ni un cínico, es un fanático.
Muchos de sus seguidores tampoco son cínicos ni mentirosos, sino fanáticos.
Ahí está el nudo gordiano. Si fuera un cínico, e incluso, un mentiroso, sería una persona calculadora. Si quienes le siguen también lo fueran, quizá serían peores personas que la buena persona que el señor Junqueras afirma ser y que probablemente sea.
Con líderes calculadores se puede negociar porque el cálculo, concepto matemático al fin  y a la postre, remite a una cantidad, y una cantidad siempre se puede negociar porque se puede dividir. Cuando prima sobre el cálculo la convicción, es más difícil la negociación, pues las convicciones no se negocian.
Todo, la voz, el aspecto físico del señor Junqueras, la convicción rocosa con que expone sus argumentos, remiten a un ámbito que no es plenamente político sino más bien religioso. El señor Junqueras no se ve como político dispuesto a obtener una victoria, se ve más bien como un mártir que obtiene su mayor triunfo con el dolor que está dispuesto a afrontar en defensa de su causa.
Mientras no acertemos a desacralizar este conflicto y llevarlo de la mística de la soberanía a la pragmática de los intereses, poca solución vamos a obtener.
Mientras enfrente se piense que la solución está en desempolvar otra mística de signo contrario, nos alimentaremos de identidades, símbolos, cánticos, para, al final, algún día, volver al terreno de la verdadera política, prosaica, profana, fría, pero único marco si lo que queremos es negociar intereses y no confrontar identidades.


domingo, 10 de febrero de 2019

" SIN COMPEJOS".


Ya hace tiempo que me pongo en guardia cuando oigo la expresión "te voy a ser sincero". Lo que debiera ser una virtud encomiable se convierte entre nosotros en el preludio de una crítica maleducada en no pocas ocasiones.
La misma prevención me causa la afirmación de alguien que dice hablar "sin complejos". Esta última expresión, popularizada en los años noventa por el conquistador de Perejil, se ha convertido en la antesala de cualquier barbaridad. Se dicen estupideces, pero como se dicen "sin complejos" parecen por ello más justificadas.
En todo lo anterior lo único que hay es el eterno rugido del macizo de la raza que confunde una vez más el pensar con el embestir, como ya señalara Machado.
Hay quien habla sin complejos y sin leer el discurso, sin papeles. Más valiera que leyera un poco más, quizá de ese modo le entrara en su mente alguna duda y se acomplejara un poco.

martes, 5 de febrero de 2019

DE NIÑOS Y CRIATURAS.


Al parecer el presidente autonómico aragonés se ha creído en el caso de pedir a sus funcionarios que, en aras del lenguaje inclusivo, no digan "niños" ni "niñas" y que en su lugar digan "criaturas".
No dudo de la buena intención de su propósito (ciertamente tampoco dudo de sus pocas luces).
Es verdad que "criatura" ha acabado por significar "niño", pero sobre todo "niño pequeño". No obstante, el significado primero de esta palabra no era "niño". Proviene de lo que los filósofos cristianos medievales llamaban "creatura" y que se refería a ser creado por Dios.
No creo que el presidente de Aragón tenga en mente que todo el mundo se adhiera a la metafísica creacionista. El poder de Dios se entendía en su más alta significación como el poder de creación absoluto, es decir, la capacidad de hacer pasar a algo de la nada al ser.
Los niños, en esta visión, no son creados por sus padres, son engendrados. De hecho, el Credo, al referirse a Cristo, Segunda Persona de la Trinidad, se preocupa de dejar bien claro que fue "engendrado, no creado", pues al ser Dios, no podía ser una criatura.
La lengua es algo vivo, que crece y cambia con las sociedad misma. Lo que no es claramente es un dispositivo sometido a la ocurrencia administrativa de quien ostentando un poder otorgado legítimamente por los electores, se cree legislador de la lengua y Dios de la gramática.
Lo que  ha producido el presidente de Aragón con su medida es, eso sí, un engendro. ¡Pobre criatura!.


domingo, 27 de enero de 2019

EL PEQUEÑO EMPERADOR.


En los años de la Universidad algunos antiguos alumnos del instituto San Isidro solíamos quedar con el profesor de literatura Luis Cañizal para charlar y dar cuenta de más de una cerveza. Éramos los que nos reuníamos pocos y supongo que nos creíamos selectos.
En una ocasión apareció por ahí, todavía no sé por qué, un tipo que había sido alumno pero con el que no teníamos mucha relación. Estuvo con nosotros un buen rato, hasta que se marchó, para gran alivio de los concurrentes. Sólo recuerdo que se llamaba Ignacio. Consiguió acaparar la conversación con su charla, poco amena en verdad y dominada por una idea fija y un tanto peculiar, que si en un principio causó estupor, poco a poco fue provocando fastidio y en mí un deseo ardiente y malsano de que quedara siniestrado al tropezar con un bordillo o incluso que sufriera un atropello, no mortal, eso sí, aunque, quién sabe.
Como decía, su tema de conversación era un tanto especial y a mi parecer poco factible, a saber:
el tipo nos manifestó su intención de hacerse emperador. En un primer momento pensé que se trataba de una charada sin más consecuencias pero nuestro personaje fue perfilando sus intenciones para acabar despidiéndose de nosotros con una especie de arenga en la que nos aseguró que veríamos cómo llegaba a emperador, pues estaba convencido de que su deseo se cumpliría.
Fui repasando mentalmente las trayectorias de Carlomagno, Napoleón, Francisco José, pero poco a poco reparé en otros emperadores como Bokassa I de Centroáfrica.
Han pasado los años y no tengo noticia de que en España se haya proclamado ningún emperador, ni siquiera José María Aznar, conquistador de Perejil.
No sé qué habrá sido de nuestro personaje. Igual ha acabado de inspector de enseñanza, como tantos otros de su nivel.