Decía
el sabio La Rochefoucauld que la hipocresía no era otra cosa más que un
homenaje que el vicio rendía a la virtud.
Dicho
de forma breve: la persona hipócrita simula unas virtudes que no tiene, pero el
hecho de que tenga que aparentarlas muestra que aunque dicha persona no posea
esas virtudes, reconoce no obstante su vigencia y dignidad.
En
estos tiempos en los que a la falta de maneras y formas se la denomina
sinceridad, la máxima de La Rochefoucauld ya no tiene predicamento. La
hipocresía ( con todo lo que hemos dicho de ella ) ya no es necesaria. Su lugar
ha sido ocupado por una mentalidad “sin complejos” en la que cualquier
barbaridad se puede decir y practicar pues quien siga creyendo que es menester
defender algún tipo de virtud, como la honestidad, será visto directamente como
tonto.
La
dureza facial se impone y por desgracia con impunidad y éxito.
Menester
es un ejercicio de paciencia y autocontrol para no perder la compostura y los
nervios ante los asquerosos comportamientos de algunas personas.
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