sábado, 9 de marzo de 2013

EL FUNCIONARIO.




No son estos buenos tiempos para quienes ocupamos puesto de funcionario y por tanto realizamos un servicio público.
Son constantes las burlas, pullas, críticas al papel del funcionario dentro de la actividad económica en general.
No se puede negar que en ocasiones dichas críticas no sean justas. Está claro que la principal característica que el público en general observa en el funcionario, la de tener un puesto de trabajo garantizado, puede en más de una ocasión contribuir al acomodamiento de la persona que tal trabajo ejerce, de tal manera que una vez obtenido el puesto, no sienta ya un estímulo que le haga mejorar en la calidad del servicio. De todas formas, si bien no se puede negar tal peligro, es necesario advertir que la estabilidad en el puesto de trabajo del funcionario ha sido una conquista en orden a garantizar la mayor neutralidad posible del servidor público sin que dicha independencia se vea comprometida por las sucesivas alternancias en los gobiernos de acuerdo con las distintas manifestaciones del cuerpo electoral.
Si los puestos que son ocupados por los funcionarios no se obtuvieran por oposición sino que dependieran del nombramiento de cada gobierno, el resultado sería el de un cuerpo de trabajadores directamente dependiente de las veleidades políticas del gobierno de turno. Volveríamos en este caso a crear la figura del cesante ,tan conocida en la España que retrató Galdós.
Una imagen muy difundida del funcionario es la de alguien que está tras una ventanilla con poca amabilidad hacia el público al que sirve y a quien siempre parece molestar la gestión que el ciudadano trata de realizar. La anterior imagen es tópica, corresponde al funcionario de la época de Larra, al del artículo Vuelva usted mañana, a un funcionario que trabajaba en una época de enchufismo y cuyo nombramiento dependía del gobierno y por lo tanto no tenía garantizado su puesto.
Max Weber destacó como uno de los avances más notables en el desarrollo del estado moderno el de la existencia de un funcionariado estable y por lo tanto independiente respecto de cada gobierno.
Gran parte de los servicios que el ciudadano medio recibe dependen de la actuación de funcionarios, aunque este ciudadano muchas veces no sea consciente de ello. El policía local que ayuda a resolver un problema de la calle que causa molestias, el bombero que actúa de forma eficaz y muchas veces con riesgo personal, el médico que contribuye a que un nuevo ser nazca al mundo o el que nos atiende en una situación de urgencia son en muchas ocasiones funcionarios aunque el público en estos casos no suele ser consciente de ello, el profesor o la profesora que intentan explicar y desarrollar sus materias en un ambiente a veces difícil son también funcionarios.
Sin duda cuando estamos sometidos desde hace varios años a una crisis de la cual no vemos la salida y que ha destruido miles y miles de puestos de trabajo desde otros sectores se puede ver la situación del funcionario con envidia, pero también hay que reconocer que en años anteriores, en aquellos de fuerte crecimiento, el incremento en el salario del funcionario fue mucho menor que en otras actividades mucho más lucrativas.
Otra afirmación que se repite sin apenas crítica es la de que hay muchos funcionarios y que ello supone una carga excesiva para las cuentas del estado. Sobre esto habría que decir que gran parte del incremento en la plantilla de las administraciones públicas no viene precisamente de los funcionarios profesionales sino de la gran cantidad de puestos de confianza con los que los distintos partidos han retribuido a sus seguidores y militantes. En estos puestos de libre designación se ha producido despilfarro pero a ellos no ha podido acceder en muchas ocasiones el funcionario profesional.
El ataque de ciertos medios de comunicación y grupos de presión contra el funcionario es un caso más del ataque que, con la excusa de la crisis, se está produciendo contra la seguridad en las relaciones laborales. Un asalariado con un puesto de trabajo precario contribuye sin duda a la bajada de la masa salarial puesto que la inseguridad en vez de provocar indignación provoca temor.
El modelo del funcionario permite a este una mayor seguridad en sus reivindicaciones y es esta seguridad la que se intenta abatir con esa actitud de desprecio sin matices, actitud que de una manera imperceptible va calando poco a poco en la opinión, haciendo a la figura del funcionario ( un profesional con un salario muchas veces modesto ) responsable de una crisis que él no ha causado y de la que sí se deberían responsabilizar aquello sectores que más han tenido que ver con el presente desastre, pues banqueros y cierto tipo de empresarios que sí que tienen que ver con la situación a la que hemos llegado no son precisamente funcionarios.

No hay comentarios: