No
son estos buenos tiempos para quienes ocupamos puesto de funcionario y por
tanto realizamos un servicio público.
Son
constantes las burlas, pullas, críticas al papel del funcionario dentro de la
actividad económica en general.
No
se puede negar que en ocasiones dichas críticas no sean justas. Está claro que
la principal característica que el público en general observa en el
funcionario, la de tener un puesto de trabajo garantizado, puede en más de una
ocasión contribuir al acomodamiento de la persona que tal trabajo ejerce, de
tal manera que una vez obtenido el puesto, no sienta ya un estímulo que le haga
mejorar en la calidad del servicio. De todas formas, si bien no se puede negar
tal peligro, es necesario advertir que la estabilidad en el puesto de trabajo
del funcionario ha sido una conquista en orden a garantizar la mayor
neutralidad posible del servidor público sin que dicha independencia se vea
comprometida por las sucesivas alternancias en los gobiernos de acuerdo con las
distintas manifestaciones del cuerpo electoral.
Si
los puestos que son ocupados por los funcionarios no se obtuvieran por
oposición sino que dependieran del nombramiento de cada gobierno, el resultado
sería el de un cuerpo de trabajadores directamente dependiente de las
veleidades políticas del gobierno de turno. Volveríamos en este caso a crear la
figura del cesante ,tan conocida en
la España que retrató Galdós.
Una
imagen muy difundida del funcionario es la de alguien que está tras una
ventanilla con poca amabilidad hacia el público al que sirve y a quien siempre
parece molestar la gestión que el ciudadano trata de realizar. La anterior
imagen es tópica, corresponde al funcionario de la época de Larra, al del
artículo Vuelva usted mañana, a un
funcionario que trabajaba en una época de enchufismo
y cuyo nombramiento dependía del gobierno y por lo tanto no tenía
garantizado su puesto.
Max
Weber destacó como uno de los avances más notables en el desarrollo del estado
moderno el de la existencia de un funcionariado estable y por lo tanto
independiente respecto de cada gobierno.
Gran
parte de los servicios que el ciudadano medio recibe dependen de la actuación
de funcionarios, aunque este ciudadano muchas veces no sea consciente de ello.
El policía local que ayuda a resolver un problema de la calle que causa
molestias, el bombero que actúa de forma eficaz y muchas veces con riesgo
personal, el médico que contribuye a que un nuevo ser nazca al mundo o el que
nos atiende en una situación de urgencia son en muchas ocasiones funcionarios
aunque el público en estos casos no suele ser consciente de ello, el profesor o
la profesora que intentan explicar y desarrollar sus materias en un ambiente a
veces difícil son también funcionarios.
Sin
duda cuando estamos sometidos desde hace varios años a una crisis de la cual no
vemos la salida y que ha destruido miles y miles de puestos de trabajo desde
otros sectores se puede ver la situación del funcionario con envidia, pero
también hay que reconocer que en años anteriores, en aquellos de fuerte
crecimiento, el incremento en el salario del funcionario fue mucho menor que en
otras actividades mucho más lucrativas.
Otra
afirmación que se repite sin apenas crítica es la de que hay muchos
funcionarios y que ello supone una carga excesiva para las cuentas del estado.
Sobre esto habría que decir que gran parte del incremento en la plantilla de
las administraciones públicas no viene precisamente de los funcionarios
profesionales sino de la gran cantidad de puestos de confianza con los que los
distintos partidos han retribuido a sus seguidores y militantes. En estos
puestos de libre designación se ha producido despilfarro pero a ellos no ha
podido acceder en muchas ocasiones el funcionario profesional.
El
ataque de ciertos medios de comunicación y grupos de presión contra el
funcionario es un caso más del ataque que, con la excusa de la crisis, se está
produciendo contra la seguridad en las relaciones laborales. Un asalariado con
un puesto de trabajo precario contribuye sin duda a la bajada de la masa salarial
puesto que la inseguridad en vez de provocar indignación provoca temor.
El
modelo del funcionario permite a este una mayor seguridad en sus
reivindicaciones y es esta seguridad la que se intenta abatir con esa actitud
de desprecio sin matices, actitud que de una manera imperceptible va calando
poco a poco en la opinión, haciendo a la figura del funcionario ( un
profesional con un salario muchas veces modesto ) responsable de una crisis que
él no ha causado y de la que sí se deberían responsabilizar aquello sectores
que más han tenido que ver con el presente desastre, pues banqueros y cierto
tipo de empresarios que sí que tienen que ver con la situación a la que hemos
llegado no son precisamente funcionarios.
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